Between Hope and Its Fulfillment

In the month ahead we will celebrate Advent and Christmas. As we chant “O Come, O Come Emanuel,” Advent days will teach us prayer and patience as we long for the coming of our Savior. When we finally sing out “Hark, the Herald Angels Sing,” Christmas days will call us to celebrate our Savior’s arrival. Each of these seasons offer us necessary lessons in life. We live as an “in-between” people—between prayer and its answer and between hope and its fulfillment. Yes, the Son of God, Jesus, came into our humanity long ago. And, yes, that same Jesus will come again to lead us to the fullness of salvation. In between those two moments, we live in joyful expectation of finding Jesus in our midst every day.
The mother of Jesus, Mary, finds her way into our hearts to help us. In the month of December, we will celebrate her Immaculate Conception as well as her appearance to St. Juan Diego as Our Lady of Guadalupe. These moments reveal to us a Blessed Mother ready and willing to comfort her children in their longing. Just as any mother holds a crying child and gives it comfort, Mary takes us into her arms when we are hungry and upset. When we are uncomfortable with the current state of things and find ourselves longing for a better life and world, Mary’s voice can be heard, “Am I not here, I, who am your mother?”
Together with that comforting mother’s presence, St. Joseph, the dutiful husband of Mary, gives us an example of steadfast faith, hope, and love. Together with Mary, we also journey with Joseph on the way from hope to fulfillment. Joseph, with his steady heart and upright character, can teach us how to remain calm amidst the calamities that threaten our hope and push us toward despair.
The Holy Family lived life much like we do. Their experiences, whether as refugees seeking a home in Egypt or in the day-to-day routines of Nazareth, can instruct us today. In his marriage to Mary and in his role as foster father of Jesus, Joseph never had all the answers. He learned to trust and to hold onto his faith amid fear. The uncertainties he faced with Mary and Jesus did not move him to despair or despondency but establishes him as a model of hope for each of us.
Amid Advent’s longing, we celebrate Gaudete Sunday, a day that takes its name from the Latin word for rejoice. Even though we have not yet arrived at Christmas, we choose to rejoice. Despite the many unresolved hopes and prayers in our hearts, like Joseph, we will not surrender to despair or despondency. We celebrate even while the journey is incomplete.
On Gaudete Sunday in 2014, Pope Francis celebrated Mass at a local parish in Rome. During the homily, he spoke of the importance of not becoming a people overwhelmed and embittered by so many unanswered prayers and unfulfilled hopes. Pope Francis said, “It is harmful to find Christians with embittered faces … Never, never was there a saint with a mournful face, never! Saints always have joy in their faces. Or at least, amid suffering, a face of peace.”
Mary and Joseph reveal to us faces of joy and peace. And through their intercession in this holy month of December, we pray that we may come to accept our lives as an “in-between” people. Between prayer and its answer and between hope and its fulfillment, may we not despair or grow bitter but remain ever joyful in our expectation.
May God bless you and your family this Christmas and throughout the new year. ✣
For Archbishop Casey’s Advent Reflections, click here.
En el próximo mes celebraremos el Adviento y la Navidad. Mientras cantamos “¡Oh ven! ¡Oh ven, Emanuel!”, los días de Adviento nos enseñarán la oración y la paciencia mientras anhelamos la venida de nuestro Salvador. Cuando finalmente cantemos “¡Ángeles cantando están!”, los días de Navidad nos llamarán a celebrar la llegada de nuestro Salvador. Cada uno de estos tiempos litúrgicos nos ofrece lecciones necesarias para la vida. Vivimos como un pueblo “en medio”—entre la oración y su respuesta, entre la esperanza y su cumplimiento. Sí, el Hijo de Dios, Jesús, se encarnó hace mucho tiempo. Y sí, ese mismo Jesús volverá para guiarnos a la plenitud de la salvación. Entre esos dos momentos, vivimos con la gozosa expectativa de encontrar a Jesús entre nosotros cada día.
María, la madre de Jesús, encuentra la forma de entrar en nuestros corazones para ayudarnos. En el mes de diciembre celebraremos su Inmaculada Concepción, así como su aparición a San Juan Diego como Nuestra Señora de Guadalupe. Estos momentos nos revelan a una Santísima Madre, dispuesta y atenta para consolar a sus hijos en sus anhelos. Así como cualquier madre acuna a un niño que llora y le da consuelo, María nos acoge en sus brazos cuando estamos hambrientos y afligidos. Cuando nos sentimos incómodos con el estado actual de las cosas y anhelamos una vida y un mundo mejores, podemos escuchar la voz de María: “¿acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”.
Junto con la reconfortante presencia de esa madre, San José, el fiel esposo de María, nos da un ejemplo de la esperanza, el amor y la fe inquebrantable. Junto con María, también acompañamos a José en el camino de la esperanza al cumplimiento. José, con su corazón firme y su carácter honesto, puede enseñarnos cómo mantener la calma en medio de las calamidades que amenazan nuestra esperanza y nos empujan hacia la desesperación.
La Sagrada Familia vivió una vida muy parecida a la nuestra. Sus experiencias, ya sea como refugiados buscando un hogar en Egipto o en la rutina cotidiana de Nazaret, pueden enseñarnos hoy. En su matrimonio con María y en su papel de padre adoptivo de Jesús, José nunca tuvo todas las respuestas. Aprendió a confiar y a aferrarse a su fe en medio del miedo. Las incertidumbres a las que se enfrentó con María y Jesús no lo llevaron a la desesperación ni al abatimiento, sino que lo establecen como un modelo de esperanza para cada uno de nosotros.
En medio de los anhelos del Adviento, celebramos el Domingo de Gaudete, un día que toma su nombre de la palabra latina que significa regocijo. Aunque aún no ha llegado la Navidad, elegimos regocijarnos. A pesar de las muchas esperanzas y oraciones sin resolver que albergamos en nuestros corazones, como José, no nos rendiremos a la desesperación ni al abatimiento. Celebramos incluso cuando el camino aún no ha terminado.
El Domingo de Gaudete de 2014, el Papa Francisco celebró la Misa en una parroquia local de Roma. Durante la homilía, habló de la importancia de no convertirse en un pueblo abrumado y amargado por tantas oraciones sin respuesta y esperanzas incumplidas. El Papa Francisco dijo: “Hace mal encontrar cristianos con la cara amargada … Nunca, nunca un santo o una santa tuvo la cara fúnebre, ¡nunca! Los santos tienen siempre el rostro de la alegría. O al menos, en los sufrimientos, un rostro de paz”.
María y José nos revelan rostros de alegría y paz. Y por su intercesión en este sagrado mes de diciembre, oramos para que podamos llegar a aceptar nuestras vidas como un pueblo “en medio”. Entre la oración y su respuesta, y entre la esperanza y su cumplimiento, que no desesperemos ni nos amarguemos, sino que permanezcamos siempre alegres en nuestra expectativa.
Que Dios los bendiga a ustedes y a sus familias esta Navidad y durante todo el año nuevo. ✣
