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Busca al Senor by ARZOBISPO DENNIS M. SCHNURR

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A lo largo del mes de enero, celebramos la memoria litúrgica de muchos santos que se dedicaron al aprendizaje y a la educación. Hermanas religiosas, como Santa Elizabeth Ann Seton y Santa Ángela Merici, formaron comunidades de mujeres comprometidas con la educación de los jóvenes y las familias. Los santos, Basilio Magno y Gregorio Nacianceno, son celebrados como Doctores de la Iglesia, y sus estudios teológicos y escritos aún nos ayudan a comprender mejor el misterio de quién Dios es y a quién nos ha creado para ser. Al final del mes, alabaremos a Dios por la vida y la obra de Santo Tomás de Aquino, quien, como erudito y profesor, es honrado por sus inestimables contribuciones no sólo al estudio de la teología, sino también por su promoción de la coherencia entre la fe y la razón.

Cada una de estas mujeres y hombres comprendió que el mundo creado nos revela la bondad de Dios. Al conocer el mundo, descubrimos el orden que Dios estableció desde los primeros momentos de la creación. Dios estableció ese orden con nuestros mejores intereses en mente. Dios creó toda cosa para nuestro beneficio, tanto para fomentar nuestro florecimiento en esta vida como para llevarnos a estar con Él para siempre en la próxima. Este doble aspecto, de apreciar el mundo físico que nos rodea, mientras percibimos verdades aún más profundas y trascendentes sobre Dios, y el mundo espiritual, es un sello distintivo de la educación católica.

Por varios siglos, las escuelas y las universidades católicas han tratado de fundamentar el conocimiento humano a base de las verdades divinas. No podemos apreciar plenamente la belleza del mundo que nos rodea si no tenemos en cuenta que Dios nos ha colocado en él y nos ha confiado su cuidado. Al asombrarnos con el orden creado, podemos aprender de la magnitud del amor de Dios por nosotros y la riqueza de nuestra naturaleza como seres humanos creados a su imagen y semejanza. En este sentido, la educación católica reconoce y fomenta el desarrollo de todos los aspectos de la persona: físico, espiritual, emocional y relacional.

Este desarrollo integral de todo el ser humano es el trabajo que realizan incansablemente los miles de profesores, facultades y los miembros del personal de las 112 escuelas primarias y secundarias católicas de la arquidiócesis de Cincinnati. En total, más de 40,000 alumnos se forman cada año en estas magníficas escuelas. Ese trabajo no podría llevarse a cabo sin el apoyo adicional de miles de voluntarios en las parroquias y en las escuelas que sirven como entrenadores y asistentes con el cuidado de niños después de la escuela y otros programas. A todos ustedes, les expreso mi sincero agradecimiento. El compromiso que muestran con nuestros jóvenes les brinda oportunidades para que tengan una vida plena y exitosa en este mundo y, lo que más importa, para toda la eternidad.

Por último, expreso mi reconocimiento a los padres de nuestros alumnos. Ustedes han demostrado que creen en el valor de una educación católica y hacen muchos sacrificios para enviar a sus hijos a las escuelas católicas. La labor de educar a sus hijos comienza en el hogar. Los maestros y los miembros del personal, a los que ustedes confían sus hijos, cada día construyen sobre los cimientos que ustedes ya han puesto.

Todos juntos contribuimos a la educación de nuestros jóvenes, para que puedan descubrir la riqueza de la creación de Dios y el plan que Él tiene para ellos dentro de ella. Dios tiene un propósito definido para cada una de nuestras vidas; agradezcámosle el regalo de una educación mediante la cual cada estudiante pueda discernir ese propósito y adquirir las habilidades necesarias para cumplirlo. Al hacerlo, descubrimos la plenitud de vida que Cristo vino a otorgarnos (cf. Jn. 10:10).

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