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Busca al Senor

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Cada año muchas familias preparan un altar especial de mayo en sus hogares para honrar a la Santísima Madre. Este espacio, reservado para una imagen o estatua de María y adornado con flores y velas, es solo un ejemplo de las diversas formas en que los católicos muestran su devoción a la Madre de Dios durante el mes de mayo. Es la temporada de las Coronaciones de Mayo y las procesiones del Rosario. Otros participarán en devociones de Consagración Mariana ya sea solos o en pequeños grupos. Para algunos, es un momento propicio para leer un libro sobre las virtudes de María o sobre meditaciones sobre su vida. De todas estas maneras y más, este mes es una oportunidad para acercarnos más a María en oración y aprender de ella, a cómo ser un mejor discípulo de su Hijo.

Conviene reservar el mes de mayo, en particular, para honrar a María. El mundo que nos rodea nos habla de nueva vida: los árboles han vuelto a retoñar con hojas, las flores recobran vida floreciendo, al mismo tiempo que plantan jardines y cultivos con la esperanza de una cosecha abundante. A través de su fiel “Sí” al plan de Dios para su vida, María también trajo nueva vida al mundo con el nacimiento de Jesús. Continuaría haciendo posible la restauración de un mundo herido por el pecado a la belleza y el orden originales que tenía al comienzo de la creación.

Poco después de ser elegido, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre la forma en que su predecesor, el Papa San Juan Pablo II, llamó a María la “Mujer Eucarística”. En el mes de mayo, rodeado de la belleza de los jardines vaticanos, el Santo Padre se dirigió a un pequeño grupo de peregrinos que acababan de terminar una procesión del Rosario. Dijo que María era “‘Mujer Eucarística’ en profundidad, desde su actitud interior: desde la Anunciación, cuando se ofreció a sí misma para la encarnación del Verbo de Dios, hasta la cruz y la resurrección; ‘Mujer Eucarística’ en el tiempo después de Pentecostés, cuando recibió en el Sacramento el Cuerpo que había concebido y llevado en su seno” (Discurso durante la reunión de oración en los Jardines Vaticanos con motivo de la conclusión del mes mariano de mayo, 31 de mayo de 2005).

El Papa Benedicto continuó recordando a los peregrinos que “María, sagrario vivo del Dios encarnado, es el Arca de la alianza, en la que el Señor visitó y redimió a su pueblo”. La presencia de Jesús dentro de ella la llenó del Espíritu Santo y del gozo que sólo Él puede dar. Ésta es también la alegría de la Iglesia: “Sí, acoger a Jesús y llevarlo a los demás es la verdadera alegría del cristiano”.

María, como toda buena madre, nos enseña muchas cosas. Lo más importante es que nos enseña que la plenitud de vida que todos deseamos proviene de la cercanía a Cristo y de seguirlo fielmente. María dijo “Sí” al Arcángel Gabriel y concibió por obra del Espíritu Santo. De manera similar, cuando nosotros, como creyentes, decimos “Amén” antes de recibir la Eucaristía, estamos profesando nuestra fe en la Presencia Real del Señor que viene a habitar dentro de nosotros. La vida de María quedó atrapada en el misterio de la redención al engendrar al Hijo de Dios. Nuestras vidas, si estamos abiertos al poder transformador de la Eucaristía, también pueden ser utilizadas por Dios para renovar el mundo en el amor.

Que María, Mujer Eucarística, interceda por nosotros para que, acogiendo a su Hijo en nuestras vidas, ¡podamos seguirlo y conformarnos cada vez más a su santa voluntad!

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