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BUSCA AL SEÑOR ARZOBISPO DENNIS M. SCHNURR

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A lo largo de este año del bicentenario de la Arquidiócesis de Cincinnati, he instado a los miembros de nuestra Iglesia local a irradiar a Cristo. Mucho más que un eslogan, este es un llamado a la conversión y a la acción. Los artículos en este número de The Catholic Telegraph perfilan a las personas que han respondido a esa llamada de manera significativa.

Irradiar a Cristo significa ser un testimonio gozoso del Señor, y hacerlo dondequiera y en cualquier circunstancia que nos encontremos. En cierto modo, esta es una tarea difícil. Afortunadamente, Dios nos ha dado poder para esta misión por la gracia bautismal y por los dones y talentos particulares que Él nos ha dado a cada uno de nosotros. Dios también nos ha dado la Iglesia para que tengamos el amor y el apoyo de otros Cristianos para fortalecer nuestra fe y darnos valor.

Los ejemplos de compañeros Católicos de nuestra arquidiócesis irradiando a Cristo que encontrará en esta revista, por lo tanto, deben alentarle, inspirarle y motivarle. Sin embargo, su propia oportunidad de presenciar al Señor en su esfera puede ser muy diferente de la de ellos. Cada uno de nosotros tiene un lugar único en la Iglesia y en el plan creativo de Dios. Y nuestra Iglesia local sólo será el instrumento que Dios pretende si cada uno de nosotros busca el rostro del Señor, se convierte a Él y permite que Jesús trabaje a través de nosotros – en resumen, si irradiamos a Cristo.

Al mismo tiempo, la comunidad más amplia a la que sirve la arquidiócesis nunca será lo que Dios quiere que sea sin que los creyentes Cristianos sean “sal y luz” para nuestro mundo herido (Mt. 5:13-14). Dondequiera que estén, Cristo debe estar allí a través de ustedes. Eso significa irradiar a Cristo con su comportamiento en las salas de reuniones, en el sitio de construcción o mientras sirve mesas; en el consultorio del médico, en la línea de caja del supermercado y en su banco; y en encuentros con personas de diferentes razas, religiones y convicciones políticas

Tal vez sea particularmente importante en este momento de la historia Estadounidense irradiar a Cristo en la plaza pública, donde nuestro diálogo nacional hoy está marcado no sólo por visiones del mundo radicalmente diferentes, sino por la incivilidad, la maldad e incluso la destrucción de bienes y vidas. Es natural culpar a nuestros líderes políticos de esta triste situación, pero todos tenemos un papel que desempeñar para hacer de la nuestra una sociedad más civil por la forma en que tratamos a aquellos con los que no estamos de acuerdo.

Esta es una tarea diaria poco dramática. Podemos mirar a San José, el patrón de la Iglesia, como un ejemplo de alguien que irradió a Cristo de una manera tranquila en su vida cotidiana. Lo hizo buscando y siguiendo la voluntad de Dios, como lo hizo Cristo, sin importar cuán difícil sea para él. “San José nos recuerda que aquellos que aparecen ocultos o en las sombras pueden desempeñar un papel incomparable en la historia de la salvación”, escribió el Papa Francisco en su carta apostólica Patris Corde.

Sin embargo, antes de irradiar a Cristo, debemos conocerlo. Es por eso que en mi carta pastoral, Irradiar a Cristo, los invito a fortalecer su relación con el Señor a través de la oración, una apertura al plan de Dios para ustedes y la recepción frecuente de la Eucaristía como el centro de su vida espiritual. Todo esto requiere el bien más preciado que temenos – el tiempo. Sin embargo, como todos nuestros dones, el tiempo viene de Dios, y es justo que le devolvamos parte a Él mientras conocemos mejor a Su Hijo.

Vivir en una relación íntima con Jesucristo nos promete paz, gozo y la plenitud de la vida aquí en la tierra como un sabor de la vida por venir. Y cuando tenemos eso nosotros mismos, entonces podemos compartirlo con otros al tomar la decisión de irradiar a Cristo. Tengo la esperanza de que sigamos enfocándonos en esta misión y este desafío mucho más allá de este año del bicentenario de nuestra arquidiócesis.

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