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Busca Al Senor: Arzobispo Dennis M. Schnurr

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Desde el ataque de la pandemia COVID-19 y el cierre resultante de muchas empresas, a menudo hemos escuchado el término “trabajadores esenciales”. Pero como señalé en mi reciente carta pastoral, Radiate Christ, todos son esenciales. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en la Iglesia y en la sociedad civil porque Dios trabaja a través de las manos humanas.

En los últimos seis meses nuestro país se ha visto sacudido por la pandemia, por el cierre resultande de la interrupción de vidas y empleos, y por la agitación social que siguió el asesinato sin sentido y brutal de George Floyd. Es comprensible que ante desafíos tan desalentadores recurrimos al gobierno y a otras instituciones humanas en busca de soluciones. Al mismo tiempo, sin embargo, cada uno de nosotros está llamado a ser parte de la respuesta por nuestras propias acciones individuales.

Las leyes, las reglas y las políticas por sí mismas nunca destruirán el pecado del racismo, por ejemplo, porque los seres humanos pueden violar las leyes, ignorar las reglas y burlar las políticas. En una carta anunciando la “Hora Santa de la Conversión” celebrada en la Catedral de San Pedro en Cadenas el 3 de junio, pedí la necesaria conversión de los corazones que obligue al cambio y, en última instancia, a reformar nuestras instituciones y nuestra sociedad. Porque cambiando a nosotros mismos, podemos ayudar a cambiar el mundo.

Con ese fin, un elemento clave de la hora santa fue un examen de conciencia muy conmovedor dirigido por Deacon Royce Winters, director de la Oficina de Ministerios De Pastoral Afroamericanos. Esta reflexión ayudó a los participantes a enfrentar su propia responsabilidad de irradiar el amor de Cristo a todas las personas y ser testigos de Su reino en la tierra, particularmente en el área de la justicia racial.

Sin embargo, la desarmonía racial es sólo un aspecto de la profunda división que vemos a nuestro alrededor. Ni siquiera la guerra contra COVID-19 ha unido a nuestro país. Al contrario, ha fomentado una mayor división a medida que tanto las acciones gubernamentales como los comportamientos personales se han convertido en puntos de inflexión para la controversia. Sobre este tema, como con tantos otros hoy en día, los intercambios respetuosos de opinión son raros, mientras que el juicio de mal espíritu es demasiado común.

Esta desarmonía es un problema por el que no hay una simple solución del gobierno. Sólo se puede resolver mediante la conversión de corazones, con la ayuda de Dios a través de la oración. Es por eso que el Centro Pastoral de la arquidiócesis ha lanzado la campaña Orar un Minuto para fomentar la oración por la intención de paz, justicia y buena voluntad en nuestra arquidiócesis y en nuestro país.

El ambicioso objetivo del proyecto Orar un Minuto es un millón de horas de oración específicamente por esta intención por nuestro país para el 1 de enero de 2021, que es la Jornada Mundial de Oración por la Paz de la Iglesia Católica. Ese número objetivo refleja de manera muy
práctica tanto la importancia de la persona individual como el poder de la oración. La suma es grande, y sin embargo, sólo tomaría un minuto extra de oración por día por cada Católico en la arquidiócesis para alcanzar el esperado total. Por supuesto, es posible que se sienta llamado a hacer más

Aunque la iniciativa Orar un Minuto ya está en marcha, no sienta que es demasiado tarde si aún no se ha unido. La oración adicional en cualquier momento le ayudará a cambiarle y a cambiar el mundo. Visite PrayAMinute.com ahora, si aún no lo a hecho, para hacer una promesa de oración. También encontrarán recursos allí que pueden inspirarle a probar nuevas formas de oración.

Parafraseando al escritor cristiano C.S. Lewis, el propósito de la oración no es cambiar a Dios, sino cambiarnos a nosotros mismos. En otras palabras, la oración no es pensamiento mágico. Es el camino que altera la vida personal y hacia una relación más profunda con Jesús para que podamos irradiar a Cristo y así ser instrumentos de la paz, la justicia y la buena voluntad que buscamos. Por eso, todos somos trabajadores esenciales.

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