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Busca al Señor par el Arzobispo Dennis M. Schnurr

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La temporada de Adviento, en la cual entramos en diciembre, es un período de espera vigilante en preparación para el Nacimiento del Señor en Navidad. En esto, como en tantas cosas, la Iglesia es contracultural. ¡Algunas tiendas han estado decorando para Navidad desde antes de Halloween!

Es común cada año, durante estas semanas, escuchar referencias al “significado real de la Navidad”, especialmente en películas y programas de televisión. Dependiendo de la producción, esto se describe de diversas maneras como ser amable con todos, orar por la paz en la tierra, ayudar a los menos afortunados o estar con familiares y amigos.

Todas esas son formas maravillosas de celebrar la Navidad, pero ninguna de ellas es el significado de la Navidad. Sin embargo, un programa que lo hace bien es el continuamente popular “La Navidad de Charlie Brown”. El punto culminante dramático del espectáculo es cuando Linus se encuentra en el centro de atención y cita el siguiente pasaje del Evangelio de San Lucas. Escucharemos la misma sección del Evangelio proclamada en la Misa de Medianoche en Navidad:

“En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: ‘No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren como lo reconocerán: hallaran a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.’ De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: ‘Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: esta es la hora de su gracia’” (Lc 2:8-14).

Linus concluye diciendo: “De eso se trata la Navidad, Charlie Brown”. Y así es.

El Evangelio según San Juan, a diferencia de San Lucas y San Mateo, no nos da una narrativa de la Natividad. En cambio, cuenta la historia en términos teológicos: “Y la Palabra se hizo carne, y puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria, la Gloria que recibe del Padre el Hijo único; en él todo era don amoroso y verdad” (Jn 1:14).

Antes en el Evangelio de Juan, el Evangelista se refiere a Cristo como “la luz de la raza humana” anunciada por Juan el Bautista: “Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre, y llegaba al mundo” (Jn 1:9). Jesús, más tarde se refiere a sí mismo como “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8:12). Eso es lo que representan las luces de los árboles de Navidad en nuestras casas.

El mundo necesita urgentemente esa luz, porque vivimos en tiempos muy oscuros. En la vida política de nuestra nación, las divisiones entre los estadounidenses son profundas. Nuestro discurso se caracteriza por una espantosa falta de civismo que ha alcanzado nuevas profundidades. Y en la Iglesia, los Católicos estamos enojados y entristecidos por las malas acciones de algunos miembros de la jerarquía. Muchos de nosotros nos sentimos traicionados.

Sin embargo, Cristo no nos ha traicionado ni abandonado. No, nuestras luces Navideñas recuerdan que “la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la impidieron” (Jn 1: 5). Cristo es la luz a la que debemos buscar en tiempos oscuros, no a ningún líder humano. Él es la única fuente verdadera de la paz, el gozo y la plenitud de vida que Dios quiere darnos.

Que la paz de Cristo llene su hogar y su vida en esta temporada navideña. Y si ha estado alejado de los sacramentos durante varios meses o aún varias décadas, por favor, venga a casa para Navidad.

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