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Busca al Senor: septiembre

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El verano está más asociado con vacaciones y actividades divertidas. Tal vez sea apropiado, entonces, que el final del verano, no oficial, sea un día feriado que celebre a los trabajadores: el Día del Trabajo. La Iglesia Católica, que honra a San José Obrero con una fiesta el 1 de Mayo, tiene mucho que decir sobre el trabajo.

     Los documentos del Concilio Vaticano II y las enseñanzas papales del Papa León XIII en “Rerum Novarum” en 1891, guías a las del Papa Francisco “Laudato Sí” en 2015, coinciden en ciertos principios básicos: la economía debe servir a las personas, no las personas a la economía. El trabajo es fundamental para la dignidad humana y un medio por el cual los humanos participan en la creación de Dios. Los trabajadores tienen los derechos al trabajo productivo, a salarios dignos y justos, a organizarse y afiliarse a sindicatos, a la iniciativa económica y a poseer propiedad privada.

     “Laudato Sí” es una encíclica sobre el medio ambiente, “sobre el cuidado de la casa común”. Pero también tiene una sección llamada “La Necesidad de Proteger el Empleo.”

     “Estamos llamados al trabajo desde nuestra creación”, escribe el Papa Francisco. “No debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma. El trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo” (LS 128). 

     En este Día del Trabajo, somos bendecidos en los Estados Unidos con una tasa de desempleo relativamente baja. Aún así, algunas personas se han quedado atrás. Incluso en una economía fuerte, la capacidad de encontrar trabajo puede ser obstaculizada por la falta de educación o capacitación, el fracaso en trabajos anteriores, malos hábitos de trabajo o un historial de encarcelamiento. A nivel local, nacional y global, la Iglesia Católica se esfuerza por aumentar las oportunidades de empleo, especialmente para estas personas difíciles de ubicar.

     A través de la Campaña Católica para el Desarrollo Humano (CCHD), la Arquidiócesis de Cincinnati tiene una historia de décadas de apoyar organizaciones y agencias que ofrecen empleos y esperanza para esas personas.

     Las organizaciones financiadas por CCHD ofrecen capacitación y colocación laboral a adultos con barreras crónicas al empleo, proporcionando apoyo y servicios que conducen a un empleo y  autosuficiencia para ciudadanos (anteriormente encarcelados) que regresan, trabajan para recuperar los salarios injustamente retenidos de los empleados (“robo de salarios”), y capacitan a los hombres jóvenes con habilidades en la construcción y al mismo tiempo les permiten ganar un ingreso.

     Estas empresas mejoran las vidas de los trabajadores de maneras concretas. Estoy muy agradecido con los fieles, cuyas contribuciones generosas a CCHD han ayudado a hacer posible muchas historias de éxito a lo largo de los años. Al mismo tiempo, nunca debemos olvidar la dimensión espiritual del trabajo. Alguien que estaba bien familiarizado con ambos, el trabajo físico y su valor espiritual era San Juan Pablo II. Cuando era un joven en Polonia ocupada por los Nazis, durante un período de cuatro años, tuvo trabajos en un restaurante, en una cantera de piedra caliza y en una fábrica de productos químicos. Durante parte de este tiempo, también estudiaba para el sacerdocio en un seminario secreto.  

     Al final de su encíclica sobre el trabajo, “Laborem Exercens,” San Juan Pablo dice: “El cristiano que está en actitud de escucha de la palabra del Dios vivo, uniendo el trabajo a la oración, sepa qué puesto ocupa su trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en el desarrollo del Reino de Dios, al que todos somos llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la palabra del Evangelio” (LE 27).

     Recemos para que todos los que buscan un trabajo satisfactorio lo encuentren, y para que todos los trabajadores sean tratados con la dignidad que merecen como participantes en la obra creadora de Dios.

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